Ana Olid / Firma invitada
Diciembre nos envuelve como un manto de luz. Las calles se iluminan, los encuentros se multiplican y, casi sin darnos cuenta, empezamos a buscar en el armario esa versión de nosotras mismas que habla de celebración, de cuidado y de belleza.

Para mí, desde Ana Olid · Asesoría de Imagen, diciembre no es únicamente el mes de los estilismos festivos, sino el momento perfecto para enseñar a cada mujer a descubrir el poder de los tejidos, de los escotes, del gesto suave de un peinado bien elegido o del brillo controlado de un maquillaje que acompaña sin robar protagonismo.
La imagen, en este tiempo, se convierte en un lenguaje completo. Y vestirnos para las fiestas es mucho más que seleccionar una prenda bonita: es entender cómo cada textura, cada línea y cada decisión estética construyen un relato sobre quiénes somos.

El invierno, especialmente estas semanas, nos invita a sumergirnos en tejidos que aportan sensorialidad y presencia.
El terciopelo aparece cada diciembre como un viejo conocido que regresa para recordarnos lo que significa la sofisticación. Es un tejido que no necesita alarde: su profundidad, su brillo contenido y su tacto denso logran transformar cualquier prenda en una pieza con carácter. Cuando una mujer elige terciopelo, lo que está eligiendo realmente es una presencia magnética. Las partes superiores confeccionadas en este tejido envuelven la silueta con una elegancia que no exige rigidez, sino exquisitez suavizan volúmenes, armonizan proporciones y crean un efecto visual que invita a mirar dos veces. En faldas o pantalones, el terciopelo aporta nobleza y una caída que otorga verticalidad. Es el aliado perfecto para esas noches de diciembre en las que el objetivo no es llamar la atención, sino dejar huella.
En contraste, la gasa se mueve con la ligereza de un suspiro. Pertenece a ese grupo de tejidos casi poéticos, capaces de aportar romanticismo incluso en los looks más sobrios. Hay algo mágico en la manera en que la gasa reacciona al movimiento: acompaña el paso, suaviza las líneas del cuerpo y añade una dimensión aérea que resulta profundamente favorecedora. En blusas con mangas vaporosas, bodies delicados o faldas de caída fluida, la gasa aporta equilibrio a figuras muy rectas y dulzura a siluetas angulosas. Es perfecta para las mujeres que quieren transmitir cercanía sin perder elegancia, o para quienes desean crear una presencia suave pero memorable.

El crepé, por su parte, pertenece al lado más moderno de la elegancia. Su cuerpo firme pero flexible lo convierte en un tejido extremadamente fotogénico y muy agradecido en cenas de empresa, eventos de día o celebraciones donde buscamos proyectar una sofisticación limpia, sobria y actual. El crepé tiene la capacidad de estructurar sin endurecer, de definir sin marcar. Es el tejido que elijo cuando quiero que una mujer se sienta poderosa sin necesidad de recurrir a ornamentos. Tops minimalistas, trajes sastre, pantalones rectos o vestidos con cortes limpios encuentran en este tejido su mejor versión. Es la elegancia entendida como serenidad.
Sin embargo, una prenda no es solo su tejido. El escote que la acompaña escribe su propia narrativa dentro del look. El escote en V es, sin duda, uno de los más universales y agradecidos. Tiene la virtud de alargar visualmente el cuello, estilizar el torso y otorgar una verticalidad natural que proyecta seguridad. Un escote en V bien diseñado tiene la capacidad de transformar la postura de una mujer, de hacer que sus hombros se abran y su presencia se afirme. Cuando acompaño a una clienta en la elección de un vestido o top con este escote, sé que estoy facilitando expresión, confianza y elegancia. Para potenciar este efecto, los recogidos altos o las coletas pulidas son peinados que elevan el conjunto y dejan respirar la zona del pecho y la clavícula. En maquillaje, los labios intensos—un rojo vino, un borgoña profundo o un rojo clásico—se convierten en el contrapunto perfecto a la verticalidad del escote.

El palabra de honor es otro escote protagonista en diciembre. Tiene un carácter sofisticado, algo teatral, que abre por completo la línea de los hombros y requiere equilibrio para brillar sin excesos. Aquí, los recogidos bajos o las ondas al agua hacia atrás funcionan como el marco ideal: despejan la zona, estilizan y aportan una feminidad elegante que nunca pasa de moda. El maquillaje, en este caso, suele centrarse en la mirada. Un ahumado suave, un delineado preciso o unas pestañas bien trabajadas compensan la amplitud visual del escote y generan armonía.
El escote halter se ha convertido en una elección moderna y muy poderosa. Resalta el cuello, define los hombros y aporta una silueta esbelta. Tiene un aire contemporáneo que encaja perfectamente con tejidos como el crepé o el satén mate. Con este tipo de escote, recomiendo peinados recogidos o coletas tirantes, porque potencian la verticalidad y alargan aún más la figura. En cuanto al maquillaje, los tonos metalizados en los ojos—oro, cobre, champán—añaden luz y crean una sofisticación sutil que acompaña, sin eclipsar.

El escote asimétrico es para las mujeres que desean añadir un punto de modernidad sin renunciar a la elegancia. Aporta dinamismo, rompe la simetría del look y dirige la mirada de manera natural hacia la línea del cuello y los hombros. Es un escote perfecto para tejidos contemporáneos y para quienes buscan una estética más vanguardista. En este caso, los peinados de melena hacia un solo lado, los recogidos con efecto lifting o las ondas marcadas ayudan a reforzar esa sensación de movimiento y modernidad. En el rostro, la luz se convierte en herramienta: iluminar estratégicamente el pómulo del lado descubierto crea un efecto visual precioso y pulido.
Cuando hablamos de cuellos altos o estilo cisne, estamos ante la máxima expresión del minimalismo elegante. Este tipo de prenda funciona de maravilla con crepé o punto fino y aporta un aire refinado, limpio y muy chic. Con cuellos cerrados, siempre recomiendo peinados pulidos—moños, coletas bajas o bobs estructurados—para mantener la armonía del look. El maquillaje aquí suele centrarse en los ojos, con delineados gráficos o sombras monocromáticas, dejando los labios en un acabado suave o satinado que equilibre el conjunto.
En diciembre, el maquillaje no busca el exceso, sino la luz. Con terciopelo, la piel mate luminosa es la clave. Con gasa, los acabados perlados y las texturas suaves aportan ese brillo etéreo que acompaña la fluidez del tejido. Con crepé, un maquillaje limpio con labios protagonistas o un eyeliner impecable crean el equilibrio perfecto. Si la prenda ya incorpora brillo o lentejuelas, la búsqueda es la contención: el rostro debe acompañar, no competir.
Y si la imagen es un lenguaje, el peinado es su signo final. Ondas suaves para los estilismos románticos en gasa, moños pulidos para las prendas estructuradas en crepé, coletas estilizadas para las líneas geométricas de escotes halter o asimétricos. El cabello, en diciembre, debe dialogar con el tejido, con el escote y con la personalidad de quien lo lleva.

La verdadera elegancia de estas fiestas no se encuentra en la espectacularidad, sino en la Armonía. En la manera en que una mujer sabe elegir lo que la representa. En cómo se reconoce frente al espejo cuando observa un look que no la disfraza, sino que revela su esencia.
En Ana Olid · Asesoría de Imagen, este es mi propósito: ayudarte a descubrir esa versión de ti misma que vibra con autenticidad, que se reconoce en cada textura, en cada peinado y en cada trazo de color.
Este diciembre, permítete celebrarte. Permítete brillar, pero desde ti. Porque la elegancia no es cuestión de excesos, sino de intención. Y la intención más poderosa es siempre la que nace de dentro.