Mercedes Ruiz / Firma invitada /
Ya estamos en Semana Santa, una de las fechas más importantes del calendario cristiano. Aunque muchos aprovechan estos días para hacer una escapada a la playa, la montaña… también son muchos los fieles que reviven la semana de Pasión y disfrutan de todas las tradiciones culturales y gastronómicas que a lo largo del tiempo perduran y que han hecho de esta celebración religiosa un acontecimiento cuya fama ha traspasado fronteras.
El protocolo cofrade como tal no existe. Sus normas se han establecido por costumbre y contienen pequeñas pinceladas del protocolo civil, eclesiástico y militar en aquellas hermandades en las que participan representantes de las fuerzas armadas.
En Semana Santa, seamos o no creyentes, debemos seguir unas normas tanto a la hora de vestir como a la de acudir a visitar templos, procesiones, etc. Principalmente por el respeto que les debemos a todas las personas que con fervor acuden a estos actos. Es una fiesta, pero una fiesta con unas características peculiares que la hacen diferente.

Si hay algo que caracteriza a la Semana Santa aparte de los pasos procesionales, es la figura del nazareno y la mantilla. Respecto a las mantillas, el protocolo exige que el vestido que acompañe a la mantilla negra, deba ser igualmente negro. De manga larga o manga francesa y el largo SIEMPRE por debajo de la rodilla. Las telas utilizadas pueden ser terciopelo, alpaca, seda, crepe, pero nunca encaje o transparencias. Es inaceptable la minifalda y por supuesto los escotes pronunciados. El zapato será cómodo, de salón y tacón medio y siempre con medias (finas, de color negro y lisas).

Como complementos, se puede llevar un rosario de plata o azabache y guantes siempre de color negro. El cabello SIEMPRE recogido en un moño para que sujete la peina, cuyo uso se remonta al siglo XIX, basado en las tiaras y tocados femeninos, comenzó a utilizarse para elevar la mantilla. Otro de los accesorios es el broche, que sirve para sujetar la mantilla a la peina por detrás. Ha de ser de plata o de oro blanco, aunque en la actualidad se utiliza de bisutería, pero no debe llevar piedras de colores. Los pendientes siempre largos, de plata con circonitas conocidos como “pendientes de la virgen”. Pueden ser de perlas o azabache, pero nunca de coral, reservados para la mantilla blanca. Abstenerse de llevar flores.

No es conveniente el uso indiscriminado de joyas, además del broche y los pendientes, podemos llevar una gargantilla a juego, una cadena con una cruz o un collar de perlas. Algo sobrio y elegante que nos recuerde que estamos de “luto”. Nada de un muestrario de pulseras, cadenas y anillos.
La mantilla es una tradición que identifica a la mujer española en el mundo y que ha propiciado la creación de verdaderas obras de arte que se conservan en las familias por generaciones. Posee un gran valor simbólico hasta el punto de que por ley no puede ser embargada. La mantilla deberá tener el largo adecuado a cada persona. Por la parte delantera debe llegar a la altura de las manos y por la trasera unos cinco centímetros por debajo de la cadera. Debe sujetarse a los hombros discretamente para evitar el vuelo.

En cuanto a tejidos, tres son los destacados:
Blonda: es un encaje de seda con grandes bordados florales realizados en seda más brillante para destacar del resto del tejido y con una característica muy peculiar: las ondulaciones de sus bordes que algunos han definido como puntas de castañuelas.
Chatilly: Original de esa ciudad francesa, es un tejido muy fino, ligero y elegante y profusamente bordado
Tul: tejido fino y transparente de seda, hilo o algodón, suele utilizarse como imitación de la blonda y chantilly siendo el más corriente de las mantillas.

El nazareno debe también cumplir unas normas a la hora de acompañar el desfile procesional. El hábito o túnica debe estar impecablemente limpio, el largo debe ser justo al borde del pantalón y los zapatos negros, no está permitido el uso de zapatillas deportivas. No es apropiado pasearse con el hábito o túnica una vez terminada la procesión. Sobra decir que no está permitido el uso de teléfono móvil mientras se acompaña al paso.
En torno a la Semana Santa en Jaén existen una serie de tradiciones culturales y gastronómicas que la hacen incomparable.
Jaén tiene una de las semanas santas más bonitas de España, aúna la sobriedad de la castellana con la espectacularidad de la andaluza. El día grande es sin duda la salida de Nuestro Padre Jesús Nazareno “El Abuelo”, la noche de Jueves Santo, que forma parte ya del Patrimonio cultural de la capital jiennense.

En cuanto a gastronomía contamos con una extensa carta de especialidades culinarias como: el potaje de Semana Santa con espinacas y bacalao, los pestiños, las torrijas, el hornazo, el arroz de Viernes Santo con verduras, la ensalada de naranja, bacalao encebollado y espinacas esparragadas, entre muchas recetas tradicionales que han pasado de generación en generación haciendo de la Semana Santa, una semana gastronómica incomparable.
