Firma Invitada: Marcos Muñoz
A todos no se nos escapa que la actividad física, sea la que sea, tiene unos beneficios directos sobre nuestra salud. Con la edad, las diferentes recomendaciones de los especialistas médicos y nuestros médicos de cabecera, se inclinan hacia el ejercicio regular sencillo y seguro, en concreto caminar.
La marcha es un desplazamiento horizontal del cuerpo mediante movimientos rítmicos de las extremidades inferiores y superiores y tronco. Mediante programas regulares de media hora de duración diarios podemos mantener una cierta autonomía durante un tiempo prolongado. La barrera de los 10000 pasos diarios, ha estado seriamente recomendada por los especialistas como objetivo a conseguir en personas adultas, persiguiendo un referente sencillo de gasto calórico y actividad física diaria.
Sin embargo, este tipo de ejercicio tan sencillo y repetitivo no ayuda a aumentar o mantener los niveles de fuerza de una persona, menos aún en personas mayores, ya en declive físico y posiblemente cognitivo. Con el paso de los años la funcionalidad física y cognitiva del ser humano se ve afectada y pueden llegar a presentar deterioro cognitivo de carácter leve o enfermedades más graves como Alzheimer. Este tipo de patologías se caracterizan también por presentar una capacidad de movilidad deteriorada, torpe, con un alto riesgo de caídas. Pero no necesariamente se presentan estas limitaciones solo en personas con deterioro cognitivo, el envejecimiento de por sí está asociado con fragilidad y limitaciones debido al natural proceso biológico, el sedentarismo más acentuado en edades avanzadas y los efectos de la comorbilidad.
El American College of Sports Medicine y la American Heart Association recomiendan una actividad más variada y con distintas intensidades. La variación de los ejercicios utilizando pequeños y diferentes matices, representa una sencilla manera de responder a las recomendaciones de los expertos. Por ejemplo, la velocidad al caminar en personas mayores es un indicador fiable de la salud general y de supervivencia. Esto es debido a que se requieren grandes cargas de eficacia cognitiva y control ejecutivo. Así pues, la modificación de los ritmos de la caminata, acelerando, decelerando o con ratitos al trote pueden ofrecernos la variabilidad que buscamos para trabajar a un mayor nivel cognitivo, no sólo físico.
La adaptación de la marcha a las condiciones ambientales y arquitectura urbana o medios naturales, también pueden presentarse como una oportunidad de conseguir una actividad física más rica, persiguiendo el beneficio dual cognitivo físico. Subir o bajar escaleras, una rampa, caminar por superficies diferentes, rebasar pequeños obstáculos etc. nos permitirá desarrollar una mejor función ejecutiva, planificación motora y en definitiva una serie de herramientas fundamentales para superar con éxito los problemas motores que se nos presentan diariamente.
Por tanto, manténgase activo, la mejor de las terapias y prevención la tiene al alcance de la mano, muévase. No se conforme sólo con caminar, enriquezca su rutina de ejercicios con pequeños cambios y variaciones que además de ser beneficiosos para su función cognitiva, harán de su tiempo de ejercicio una tarea más entretenida y, sobre todo, nada rutinaria.