Firma Invitada: Mercedes Ruiz
«Cada nueva habilidad que aprende es una inversión en su propio futuro» (Brian Tracy)
Hoy en día la formación académica no es suficiente garantía para obtener un puesto de trabajo. Los criterios de valoración de los departamentos de recursos humanos han ido evolucionando y adaptándose a los nuevos tiempos. A la formación reglada, conocimiento de idiomas e informática hay que sumarles las llamadas “habilidades sociales”.
Podemos definirlas como el conjunto de recursos que vamos adquiriendo a lo largo de nuestra vida para saber desenvolvernos de forma correcta no solo en sociedad, sino también en las diversas facetas de nuestra vida cotidiana. Hoy en día están comenzando a ser valoradas muy positivamente en el ámbito empresarial a la hora de decantarse por un candidato u otro. Como hemos comentado muchas veces, no solo importa que la formación académica que podamos tener sea muy completa, en algún momento de nuestra vida puede ser determinante el “saber estar”.
Muchas empresas improvisan situaciones como organizar una reunión con los jefes o llevar a comer a un restaurante, simplemente para saber cómo puede desenvolverse en esa circunstancia el candidato o el trabajador.
En estos momentos tan inciertos donde la búsqueda de trabajo se ha convertido en una auténtica odisea para muchos jóvenes, sin olvidar a los menos jóvenes, las habilidades sociales se han convertido en un valor tan importante como las habilidades profesionales. Determinar qué es más importante: la aptitud social o la profesional sería iniciar un debate que probablemente quedaría en tablas. De nada nos puede servir a la hora de enfrentarnos a una entrevista de trabajo que tengamos un curriculum impecable si no nos presentamos correctamente vestidos y nuestro lenguaje gestual nos delata. Muchas veces debemos cuidar mucho más estos detalles que el tema de “engordar” el curriculum.
Desde el punto de vista empresarial, es fundamental hacer entender a nuestros empleados la importancia de estas habilidades a la hora de proyectar tanto la propia imagen como la de la empresa. Es función del responsable de recursos humanos implicar a los empleados en esta tarea, de forma que entiendan que si su comportamiento no es el adecuado frente al cliente o proveedor, no solo su imagen personal queda deteriorada sino también la de la empresa.
La capacidad asociativa en este sentido es algo innato. Por ejemplo: si vamos a cenar a un restaurante y el servicio de camarero no ha sido lo eficiente que nosotros esperamos, catalogamos a este restaurante como non grato, llegamos a olvidar la calidad de los platos anteponiendo la mala calidad del servicio. Es fundamental que los empleados sean buenos profesionales en su trabajo, pero tan importante o más es que sean educados, que vistan correctamente y que conozcan la normativa interna de la empresa, aplicable desde los ejecutivos hasta los trabajadores.
El primer empleo es también el primer eslabón de una cadena, el punto de partida hacia una vida laboral que todos esperamos que sea dilatada. Las buenas o malas referencias que puedan dar de nuestros jóvenes en este primer empleo pueden sentar un precedente significativo para el resto de puestos de trabajo al que puedan optar.
Por eso es importante enseñarles a dejar un buen sabor de boca, no olvidemos que también en el ámbito laboral: “solo tenemos una primera oportunidad para una primera impresión”. Es más fácil la orientación de los jóvenes que la reconducción de los menos jóvenes que probablemente vengan con algún tipo de deformación profesional y les resulte un poco más complicado.
Las habilidades sociales se pueden dividir en distintos grupos según su clasificación: básicas, avanzadas y afectivas que iremos desarrollando en los siguientes post, aunque podemos destacar las más conocidas.