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La apasionante historia del reloj

    “No se le puede dar marcha atrás al reloj, pero sí se le puede dar cuerda de nuevo” (Anónimo)

    Firma Invitada: Mercedes Ruiz

    El uso de los complementos tienen cada día más relevancia a la hora de vestirnos, es la mejor forma de mejorar nuestra imagen, de «complementar» nuestro look y darle un punto personal de distinción y sofisticación.

    El reloj podríamos definirlo como uno de los complementos por excelencia, una correcta elección nos aporta ese toque de elegancia que queremos transmitir además de tener una funcionalidad bien definida.

    Inicialmente el reloj de pulsera se diseñó exclusivamente para la mujer, existen referencias de mediados del siglo XIX, en los inicios de la relojería suiza, en que pioneros como Casa Breguet y Patek Philippe diseñan las primeras piezas femeninas. En ese mismo siglo, los hombres llevaban relojes de bolsillo que guardaban en el pantalón, hasta que el uso generalizado del chaleco hizo que los sastres incorporaran un pequeño bolsillo en el frontal izquierdo del mismo, donde guardarlo.

    Fue el príncipe Alberto de Sajonia, consorte de la reina Victoria de Inglaterra, el que propone colgar el reloj en una cadena «Albert Chain» llamada leontina en España, para asegurar el reloj a la ropa.

    La evolución del reloj de bolsillo a reloj de pulsera en caballeros, fue de forma casi accidental. A principios del siglo XX, el piloto brasileño Alberto Santos Dumont, encargó a su amigo Louis Cartier un reloj que pudiera consultar cómodamente mientras pilotaba. De esta forma Santos Dumont se convirtió en referencia de moda y su modelo el Santos de Cartier en un emblema de la joyería.

    No fue hasta la primera guerra mundial cuando el uso del reloj de pulsera en el hombre se hizo extensivo. Los soldados lo comenzaron a utilizar en la muñeca izquierda y con la esfera hacia abajo para poder consultar la hora sin soltar los mandos.

    Breguet Marie-Antoinette Grande Complication

    A la hora de ponernos el reloj, tradicionalmente siempre se ha utilizado la muñeca izquierda, aunque ¿nunca te has preguntado el por qué?

    Históricamente el reloj se ha utilizado en la muñeca contraria a la «mano útil», es decir un diestro lo lleva en la muñeca izquierda y un zurdo en la derecha. La razón es más práctica que social: de esta forma protegemos el reloj de desperfectos, el uso intensivo de la mano útil incrementa la probabilidad de sufrir algún golpe a la hora de realizar actividades como escribir o cualquier otra ocupación.

    El reloj de pulsera en sus inicios no era automático, había que ponerlo en hora y darle cuerda de forma manual, cualquier diestro tendría dificultades en hacerlo con la mano izquierda. Incluso socialmente es mucho más práctico lucir el reloj en la muñeca izquierda (siempre para los diestros), si estás escribiendo y te preguntan la hora, dejarías de hacerlo para mirar el reloj, igualmente si estás en una reunión social tomando una copa, tendrías que cambiarla de mano para dar la hora correctamente sin volcar el contenido.

    Existen otras leyendas urbanas como por ejemplo, que en aquellos relojes automáticos que se cargaban con el movimiento, se colocaban en la muñeca izquierda que es la que tenia pulso directo con el corazón, aunque todos sabemos que tenemos pulso en las dos muñecas.

    La moda y su indiscutible influencia en todo este tipo de complementos, ha tenido mucho que ver en el uso del reloj en la muñeca derecha incluso para diestros. Es una forma de darle más protagonismo y lucirlo de forma destacada. En ocasiones, el considerable tamaño del reloj es una forma también de llamar la atención sobre el mismo.

    Existe una diferencia sustancial pero inapreciable para muchos entre un reloj «convencional» y uno que va a lucirse en la muñeca derecha: la colocación de la corona. Evidentemente si usas un reloj diseñado para colocarse en la muñeca izquierda y lo llevas en la derecha, la corona quedará oculta bajo el puño de la camisa. Este pequeño detalle nos hará distinguirnos entre los que lo utilizan por moda, o por gusto personal.

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