Saltar al contenido

Olvidarse de ser niño

    Manuela Torres / Firma Invitada

    Alguna vez, en alguna parte escuché: “qué cara se paga la inocencia”. Yo siempre intenté no desprenderme de ese trozo de infancia, que un día anidó en mí. Mucha gente la pierde a lo largo de su vida. Otros dicen que sigues siendo niño mientras viva tu madre, y solo cuando ella muera, serás adulto. Pero ¿deberíamos perder ese espíritu infantil?, me pregunto!!!

    Los niños son alegres y curiosos por naturaleza, tienen espíritu imaginativo, les llama la atención las cosas simples, sencillas, naturales; más que lo sofisticado o artificial. Cuántas veces hemos visto jugar a un niño en la arena de la playa, con barro, piedras, o con cualquier objeto simple, dejando a un lado los juguetes refinados que le han regalado en cualquier celebración. Pero amigos y amigas, ¿qué nos pasa al llegar a la edad adulta?, se nos va la ingenuidad, y más ahora que no tiene cabida en este laberinto mundano que nos ha tocado vivir!!!!

    En esta vida en la que nos deslizamos y que es una marioneta del tiempo, ya que cambia a cada instante, el adulto que aún sigue conservando parte del niño que un día fue, no encuentra protección, incluso está mal visto, descalificándolo con adjetivos hirientes y crueles. En realidad, ¿qué es ser adulto?, me he preguntado en reiteradas ocasiones. Para mí, es un niño que ha ido cumpliendo años y está inflado de edad. Si seguimos teniendo trozos de ese niño, nos seguiremos emocionando con las cosas más elementales, bellas y tiernas. Continuaremos explorando cada día, y la imaginación siempre estará viva. Sentiremos emociones verdaderas sin ningún tipo de filtro o hipocresía. Y quizás también desde esa ingenuidad infantil, veamos el futuro con mucho más optimismo, igual que hacen ellos.

    Posiblemente aprendamos a reivindicar con todas nuestras fuerzas aquello que consideremos justo y razonable. Pero sí amig@s, en algún sitio escuché que la inocencia en los adultos se paga cara, te pueden herir fácilmente, hacer mucho daño, porque la ingenuidad en personas mayores se define con adjetivos, como bobo, simple, iluso. Todo el mundo hemos tenido la ocasión de encontrarnos con sujetos que se burlan de aquel que consideran utópico o cándido, e incluso hemos podido participar de esa mofa. Nunca permitáis que esas personas afables, puras, sirvan de escarnio público. No son tontos, no son necios por muchos años que tengan, sólo desprenden inocencia. La verdadera ignorancia está en aquellos que se burlan, porque olvidaron que la inocencia de un niño sobrepasa con creces la ignorancia del adulto.

    Vivimos en un mundo en que las personas luchan por ser las mejores, por tener más riqueza, más logros, más poder, sin darnos cuenta que en la tierra hay suficiente para abastecer a todo el mundo, pero insuficiente para la avaricia de algunos. Y en ese arduo camino por llegar a la cima, y sobresalir, muchos dejan atrás la FELICIDAD. Está de moda ser astuto, exitoso, lograr fama, triunfar, tener popularidad para poder ser aceptado en la sociedad actual, si no te quedas atrás. Y se nos olvida que la verdadera dicha y satisfacción del ser humano, está en buscarse a sí mismo, en ser modesto y afable, solidario con los demás, la sencillez abre muchas más puertas que la soberbia y la arrogancia. Algunas mentes brillantes, eruditas e ilustradas, afirman con rotundidad que el adulto debe ser adulto, y como tal debe comportarse. ¿Significa eso que toda persona adulta, debe ser fuerte, tener grandes dosis de egoísmo, orgullo, astucia, y sólo así lograrán grandes fines? Pues NO, aunque la inocencia sea un valor devaluado en este loco mundo, me niego a que la sociedad se llene de hombres y mujeres, crueles, ladinos, individualistas, personajes falsos cuya única meta es tomar ventaja sobre el resto.

    El ser humano noble conservará durante toda su vida el candor propio de la infancia, porque cuando una mente es pura, la alegría lo sigue como una sombra que nunca se va. Si encontramos un lugar en nuestro interior donde exista placer, gozo, satisfacción; ese sitio quemará el resto del dolor que podamos sentir. Quizás la solución fuese que la inocencia del niño y la madurez del adulto, coincidiesen en el mismo periodo de tiempo, pero eso es solo una quimera. Donde exista un niño, allí habrá felicidad e inocencia. Por eso, adultos, os digo que nadie os saque la magia de ser niños, porque un adulto creativo, con ilusión, e imaginación, es un niño que sobrevivió. NO dejemos aparcada nuestra arma más poderosa, LA INGENUIDAD, porque si esto sucede, nos volveremos tremendistas, exagerados, pesimistas y seguramente infelices. El adulto digno y generoso, tiene una fuerza en su ingenuidad, que es creer en sí mismo cuando nadie más lo hace, y eso le da una fuerza superior sobre el astuto. Según vamos envejeciendo, nos volvemos más temerosos, menos arriesgados, cuando eres niño crees que todo es posible con ilusión e imaginación. Por eso ATRAPEMOS con fuerza esos retazos del niño que un día fuimos, seguramente que muchos días al levantarnos veamos la vida color rosa.

    Yo le doy la bienvenida a todas las cosas que me enseñó aquella niña de ojos verdes, algo tímida, que se sonrojaba cuando le preguntaban cualquier cosa, que miraba y observaba con curiosidad todo a su alrededor, que devoraba las aventuras de «los cinco» una y otra vez durante las tardes calurosas de verano, que jugaba a las carreras de hormigas con sus primos, que se moría de miedo jugando a la noche del terror, que se bañaba en un río y con una rueda de coche como flotador, que jugaba «al colache», que saltaba a la goma, a la comba, y a mil cosas más. A ella le digo que siga en mí, porque de ella aprendí el valor de las cosas sencillas, conocí la naturaleza y jugué con ella y sus elementos, aquella etapa dejó en mí valores tan importantes, que hoy no he podido olvidar ni quiero perder. En realidad vivir el presente es, en cierto modo, ser todos un poco ingenuos, porque nadie sabe lo que nos deparará el mañana. LA CLAVE está en conservar la inocencia, sin dejar de ser sabios, ese es el secreto. Porque hay que dar, sin permitir que te utilicen, amar sin que atropellen tu corazón, confiar sin permitir que te engañen, y escuchar, pero sin dejar de ser oído, alzando tu propia voz. Quizás así sea más fácil construir un niño fuerte, que reparar un adulto roto. O simplemente cada uno de nosotros, cada adulto, lo único que quiere es jugar y ser FELIZ. Porque ser adulto NO ES MALO, lo malo es olvidarse de SER NIÑO.

    2 comentarios en «Olvidarse de ser niño»

    Responder a Sonia Cancelar la respuesta

    Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

    Diseño web por XYZ Comunicación